La drástica decisión que tomó un enfermero durante la cuarentena.

2008

Fernando Avila (32) trabaja en una sala de aislamiento para pacientes con COVID-19 en un sanatorio privado de Chaco, la tercerca provincia del país con mayor número de infectados. Al estar en contacto directo con el virus tuvo que modificar varios aspectos de su vida cotidiana, que lo alejan de sus seres queridos.

A Fernando, que trabaja desde hace 7 años en el Sanatorio Femechaco, le tocó asistir al primer muerto de COVID-19 del interior del país. A partir de ese momento, el protocolo para el manejo de los infectados cambió por completo y su vida también.

Hace un poco más de un mes, Avila fue destinado a una sala de aislamiento especialmente acondicionada para tratar a los enfermos de coronavirus y tuvo que reemplazar su tradicional ambo celeste por un traje similar al que usan los astronautas, con mameluco blanco, máscara protectora, lentes, barbijo y guantes.

Su traslado a ese sector ocurrió en medio del estallido del virus en el Chaco, que ya registra 10 muertos y 248 casos positivos. Avila había arrancado en la parte clínica médica del sanatorio y luego de permanecer tres años asistiendo a pacientes en el quirófano había sido derivado a terapia intensiva. Ahora, su trato es exclusivamente con portadores del SARS-CoV-2.

De acuerdo a las estadísticas oficiales, esa provincia tiene una letalidad del 4,03% y en el ranking nacional se ubica en tercer lugar detrás de la provincia de Buenos Aires, donde hay 54 fallecidos, y de la Ciudad de Buenos Aires, que computa 38. La distribución de los casos se encuentra concentrada principalmente en Resistencia, donde además de haber circulación viral hay casos autóctonos. Esa ciudad, incluso, cobró notoriedad por albergar al primer niño infectado del país.

Con este preocupante panorama, los hábitos de Avila dentro y fuera del trabajo se vieron drásticamente alterados; al igual que su organización familiar. Separado de la madre de su hija de 5 años, actualmente se encuentra viviendo con su pareja, una odontóloga de 26 años, en una casa que se encuentra en el mismo terreno que la de sus padres pero en la parte de atrás. Como es el único de la familia que no cumple con el aislamiento obligatorio, por ser considerado “personal esencial”, tuvo que tomar un difícil decisión para preservar la salud de sus seres queridos.

“Con mi hermana consensuamos que mi papá y mi mamá se fueran a vivir con ella porque al estar dentro de los grupos de riesgo por su edad no era conveniente que compartiéramos el mismo espacio”, contó el enfermero. “Y con la mamá de mi hija decidimos que no tuviera ningún tipo de contacto físico con ella. Hace un mes que no la puedo ver ni abrazar. Solo hablamos por Whatsapp o nos vemos por videollamada”, contó Avila, quien recordó que para Pascuas se las ingenió para hacerle llegar con un delivery un huevo de chocolate de regalo.
Aunque a veces se siente agotado física y emocionalmente, y extraña a horrores a su hija, lo reconforta el saber que hoy tiene un importante trabajo en sus manos: velar con más vocación que nunca por la vida de sus pacientes.

En los últimos 30 días le tocó asistir a 12 infectados, 9 de los cuales fueron dados de alta y el otro perdió la vida a raíz de una neumonía severa.

“Ahora tenemos solo dos personas internadas, uno hombre de 70 años que contrajo el coronavirus en un centro de diálisis y una mujer de 50 que aún se desconoce su forma de contagio. Ambos están estables y en unos días serán sometidos a un segundo test. Si vuelven a dar negativo ya podrán regresar a sus casas”, precisó Avila, quien se encarga de suministrarle los retrovirales, ayudarlos al momentos de las placas y los controles de laboratorio e higienizarlos.
Según el Ministerio de Salud de la Nación, ya son 431 los profesionales de la salud infectados. De esa cantidad, según el sistema de vigilancia epidemiológica, 130 contrajeron el COVID-19 trabajando en establecimientos de salud, y el resto tiene antecedentes de viaje o son contactos estrechos de los mismos. Además, ya son cuatro los profesionales que murieron por la enfermedad.

Pero lejos de atemorizarse frente a la pandemia, Avila lo vive como un nuevo desafío en su profesión. “Gracias a Dios ninguno de los trabajadores de Femechaco -ya sea médicos, enfermeros, personal administrativo o de limpieza- tuvieron que ponerse en aislamiento ni por sospecha. Acá se trabaja muy bien más allá del revuelo que hubo en la provincia cuando se conoció que más de la mitad de los contagiados son médicos, enfermeros y otros agentes del sistema de salud”.

En esa clínica privada, los médicos y enfermeros fueron sumados a un grupo de Whatsapp que administra el Ministerio de Salud provincial, donde permanentemente comparte papers, indicaciones, consejos y cursos de perfeccionamiento. “Ahora es todo virtual. También recibimos mails con las últimas novedades del coronavirus y nos invitan a sumarnos a las capacitaciones que se dan por Facebook”, precisó.

Cuenta que el mensaje que recibió sobre cuál es el tiempo útil de los barbijos profesionales fue uno de los más útiles porque tenía muchas dudas al respecto. “Es excelente el trabajo que se está haciendo desde la Sociedad Argentina de Infectología y la Sociedad Argentina de Terapia. No solo nos enseñaron a usarlos correctamente sino también a prolongar su utilidad. Como estamos frente a una pandemia y es un insumo que escasea, la OMS determinó que los N 95 pueden usarse durante 4 horas diarias unos 14 días. También nos explicaron que no debemos estar en contacto más de 3 veces por día con los pacientes. Salvo en los casos de extrema necesidad, desconsejaron entrar a las habitaciones a cada rato”, indicó el enfermero.
Avila se baña en el sanatorio antes de finalizar su horario y deja el ambo en el servicio de lavandería. “Llego a casa limpio y desinfectado. Con mi mujer hablamos muchos y nos manejamos con mucha tranquilad. Ella, como también pertenece al sector de la sanidad, no suele ponerse paranoica por mi trabajo”, enfatizó.

Sin embargo, es consciente de que está mucho más expuesto y que debe cuidarse el doble para cuidar a los suyos. Siempre supo que el trabajo de los enfermeros conlleva riesgos. La diferencia es que ahora los otros también lo saben y se siente recompensado con las expresiones de solidaridad y los aplausos de la gente.

“A mí me encanta mi profesión y estoy acostumbrado a lidiar con otros virus existentes. Lo diferente con éste es que es muy reciente y todavía mucho no se sabe. Con mis compañeros ya nos estamos preparando para recibir una alta demanda y estamos convencidos de que juntos podremos hacerle frente al pico”, concluyó Avila, quien integra el grupo de profesionales que trabaja en la primera línea de batalla para frenar la pandemia.

Fuente: www.infobae.com